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viernes, 17 de julio de 2015

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¿Qué ideología sustenta la nueva ultra izquierda o neocomunista que se ha acomodado en el poder, transcurridos dos años desde los atentados del 11 de septiembre? 

Esta es la cuestión central a la que responde el libro escrito por Jesús Trillo-Figueroa. En él se sostiene que en España gobierna la opción política más extremista que ha habido desde la transición; se trata de la versión más radical del feminismo asociada a los restos del marxismo, a pesar de haberse producido la muerte del socialismo marxista como ideología, y la aparición de nuevos derroteros teóricos para la mujer, tras la arribada de la última “ola postfeminista”. Pese a todo, la nueva izquierda radical española aspira a convertirse en líder y modelo de la izquierda progresista en el mundo occidental.

El nuevo socialismo de Zapatero nada tiene que ver con el socialismo reformista del PSOE de Felipe González; se trata de un socialismo radicalista, que hunde sus raíces en la contracultura derivada de mayo del 68, y se alimenta del impulso utópico de los nuevos movimientos sociales, como feministas radicales, pacifistas, antiglobalización, gays y lesbianas, etcétera. Todos ellos integran la base de la “ideología orgánica” del nuevo socialismo, que vuelve a protagonizar la unidad de la izquierda en España. La movilización electoral de esta genuina mezcla sociológica a raíz del 11-M, fue lo que le dio la victoria al PSOE tres días más tarde. Todo esto es lo que se estudia en este ensayo, que investiga a través del testimonio de la labor de gobierno después de dos años, de los escritos programáticos, de los escasos libros de propios y cercanos, y de las manifestaciones de sus protagonistas; cuál es la ideología y el pensamiento que les conduce.

El libro analiza el origen teórico del radicalismo que inspira la actitud del actual partido del gobierno y de sus socios. Comienza exponiendo la evolución ideológica del Partido Socialista desde el comienzo de la transición, hasta llegar al momento en el que la corriente Nueva Vía se alzó con el poder interno en el XXXV Congreso del PSOE. De inmediato, el nuevo socialismo manifestó su nostalgia por la “ideología”, en lo que denominó “la vuelta a la política”. Rápidamente las primeras impresiones centristas de diálogo, llamado “talante”, se tornaron hacia la izquierda en busca de una nueva utopía. En un principio se anunció un nuevo “ciudadanismo” o “socialismo de los ciudadanos”, que pretendía hacer suyo la reflexión llevada a cabo por la corriente de pensamiento político conocida como “republicanismo”, debida a autores tales como Pettit, Bauman, o Barber. Pero pronto se vio que esto tan sólo servía para darle un aire de seriedad a algo mucho más simple y rancio como la declaración ideológica final del líder, como “rojo, utópico y feminista”. La nueva “ideología” no es una ideología coherente inspirada por unos principios razonados y sistemáticos. Ni tampoco es explícita; a veces se manifiesta, y a veces se oculta porque no es políticamente correcto expresarla, o no conviene electoralmente; por ello, en el mejor de los casos, es invisible.

¿Qué es lo que hay detrás de esa invisibilidad? 
¿Realmente existe una ideología? 

Esta es la pregunta que continúa desvelando el libro. Lo primero que hay, consiste en una amalgama de ideas y actitudes, algunas veces incoherentes y otras contradictorias, presididas todas ellas por un común denominador: la radicalidad; entendida como aquella disposición de ánimo qué pretende romper sistemáticamente con el pasado, sin necesidad de justificación. Se trata de ser forzosamente original; prescindir de la existencia de cualquier planteamiento de realidad o naturaleza previa. Partir siempre desde cero, abordando las cosas desde la raíz, de ahí la radicalidad; para provocar el cambio, la transformación total o la revolución. Por esta razón, se prescinde fácilmente de la existencia previa de la Constitución, de la nación o del sexo biológico. No se trata de llegar a una meta definida previamente, el fin da igual, lo importante es la forma, el debate a través del cual se llega al acuerdo final. Lo importante es que todo se discuta, se delibere y que, finalmente, se consolide el socialismo (J. Habermas). Esta es la esencia de la tan traída “democracia deliberativa”. Junto a ello, se comparte también una inspiración común en lo que se ha denominado la contracultura. De forma tal, que la contracultura ha sustituido, en la política de nuestra izquierda, al socialismo como base del pensamiento político progresista; esta es la tan traída “democracia avanzada”. Se trata de una lucha política en la que el enemigo no es la estructura económica o social, sino la estructura mental de la gente, la psicología profunda, o la tendencia sexual.

El libro expone la evolución de la ideología en el pensamiento de la izquierda en general, y en España en particular. Al cabo, se parte de la distinción vigente desde el XXVII Congreso del PSOE entre “hegemonía” –entendida como el conjunto de ideas o pensamiento sustentado por los intelectuales que controlan el poder, y constituye la opinión pública dominante de una sociedad– e “ideología orgánica” –entendida como la ideología oficial del partido en el poder, que sirve para conservarlo y consolidarlo. Desde esta útil distinción, se diferencia entre la forma del pensamiento, la metodología –que sigue siendo marxista, basada en la dialéctica de los contrarios y la aspiración a la emancipación, ahora llamada “no-dominación”– y el conjunto de ideas y pensamiento filosófico –que conforman la hegemonía de la izquierda en la España actual– calificando el resultado como “nihilismo constructivista”,porque parte de la nada para construir todo desde la voluntad del poder. Por ello, se analizan sus manifestaciones más concretas desde la perspectiva de la verdad y la realidad, de la ética, es decir, del bien y del mal, de la historia, e incluso del derecho. Junto con ello, se estudia el laicismo militante y la “cristofobia” de la que hacen profesión permanente los actuales gobernantes que, contrariamente, promueven la “alianza de civilizaciones”; pretender una alianza con el Islam desde una posición laicista resulta, al menos, paradójico.

Pero si hay una autentica “ideología orgánica”, anhelada por el socialismo, que permita reconstruir el vacío dejado por “las grandes narraciones” clásicas y constituya una visión del mundo como elemento racionalizador –que simplifique la compresión del actuar político, y dé respuestas a todos los problemas y acontecimientos– esta no es otra que el feminismo radical. Este no debe ser confundido con el feminismo –como movimiento que lucha por la igualdad de la mujer en todos los campos– sino por una derivación del feminismo como ideología política, que postula la lucha de sexos como equivalente a la lucha de clases desde una cierta metodología marxista que explica la historia como la explotación permanente de la mujer por parte del hombre. Comenzando por el matrimonio y continuando con la familia; instituciones que deben se deconstruidas o destruidas revolucionariamente para ser sustituidas por otras.No se dice por cuáles, porque curiosamente esta ideología carece de un modelo o ideal utópico; por esta razón buscando uno parecido en la historia de la literatura, el autor propone la novela de Aldous Huxley, Un mundo feliz.

En fin, sencillamente, se trata de destruir; buen ejemplo de ello ha sido la ley de matrimonios entre personas del mismo sexo y toda la política seguida acerca de la implantación de la “teoría de género” por el partido en el poder. Esta ley no ha supuesto una conquista de derechos lograda por los homosexuales, sino la destrucción de una “institución secular” (Fernández de la Vega), el matrimonio, obtenida como victoria por las feministas radicales que dominan el PSOE. Finalmente, la destrucción más radical que propone esta ideología es la maternidad, entendida como aquella condición biológica de la que debe emanciparse la mujer para obtener la igualdad real (S. de Beauvoir). El resultado de todo esto es, a juicio del autor, la crisis de la maternidad como explicación de la cultura de la muerte que nos invade.

En el libro, al tiempo que se denuncia y critica el feminismo radical, como la ideología orgánica que sostiene al partido del gobierno, se postula un neofeminismo que entiende la relación entre los sexos como complementaria, no condenada a enfrentarse violentamente sino, por el contrario, a encontrarse y complementarse mutuamente. Así mismo, se defiende una visión antropológica diferente a la “teoría de género”, que reivindica el sexo como elemento constitutivo de la persona humana.

Salvando las diferencias –pues nada tienen que ver las circunstancias actuales de la España democrática actual con la Alemania del nacional socialismo–, el autor recuerda que Víctor Frankl, el psiquiatra judío que sobrevivió a los campos de concentración, advertía que las consecuencias del nacional socialismo “se prepararon en última instancia no en uno u otro ministerio de Berlín, sino más bien en los escritorios y bibliotecas de los científicos y filósofos nihilistas”. Esta es una de las razones por la que se escribe este libro, junto con la advertencia del peligro de estar ante un nuevo totalitarismo. Y es que como se explica en la introducción, las ideologías políticas parten de un reduccionismo, cual es el explicar el todo desde una parte. Todas las facetas de la vida se reducen a lo político –como bien dice la expresión, “todo es política”–, llegando a la versión del feminismo radical de que “lo personal también es política”. En este ensayo se hace referencia precisamente a esto: a todos los ámbitos de la vida no políticos, a todo aquello que no se considera política. Es decir, a lo que Sartori llamaba el ámbito de las creencias invadido por las ideologías. A aquello sobre lo que se ejerce en España “la hegemonía de izquierdas”, y ha sido invadido por el Estado, violando lo que es de otro; de la sociedad o de las personas, o bien de la Iglesia o comunidades religiosas. “Eso” ante lo que la derecha se acompleja y que la izquierda, sin embargo, enarbola como bandera.


La razón de ello es lo que da sentido al libro: si hay algo que es contrario a un sistema democrático, fundado en la libertad, la limitación del poder, el imperio de la ley –y la salvaguarda de los derechos de la persona– es el totalitarismo. Es esta una concepción de la política que fue definida, por primera vez en la historia, por Giovanni Gentile, el ideólogo del fascismo italiano, cuando definía a este cómo una ideología política que implicaba: "una concepción total de la vida" (“ma il fascismo prima di tutto e una concezione totale della vita“). Valga como ejemplo el Proyecto de Estatuto de Cataluña: en este ensayo se analizan, de manera puntual, los aspectos más criticables de su contenido en las materias de las que el libro trata. Pero la crítica más importante es que todo el texto en su conjunto respira esa pretensión totalitaria, porque expresa una concepción total de la vida, invadiendo el ámbito de la intimidad de las personas, manifestada en las creencias, en la libertad económica, etcétera, convirtiéndolo todo en ámbito político, sometido a la intrusión del poder.

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