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martes, 26 de mayo de 2015

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Es de esperar que la señora Colau cumpla todas y cada una de las promesas que le han llevado a convertirse, si no pactan todos contra ella, en alcaldesa de Barcelona. Sigue en pie por el momento el Círculo Ecuestre. Su demolición permitiría ganar un soberbio esquinazo y pedazo de chaflán en la calle Balmes. Eso o que se convierta en la nueva sede de los okupas de Can Vies, cuyo edificio actual está hecho una porquería. Como club canábico tampoco estaría mal, pero seguramente los colegas de la alcaldesa ya lo habrán previsto. Entre tanto, se aprecia tráfico rodado de vehículos de cuatro ruedas en la Diagonal. Se supone que por poco tiempo, ya que la idea es convertir la avenida en un "corredor verde y peatonal".
Todavía hay guiris por las calles, incluso de los que no molestan. No saben que ya no son bienvenidos, que hay instrucciones de cerrar el puerto a los cruceros de lujo y que tendrán que cambiar dólares y euros por la moneda indígena nada más pisar tierra, vengan en barco a vela o en avión a reacción. El plan es acabar con el turismo tradicional en seis meses para adoptar paulatinamente el modelo mochilero, cuyos practicantes acudirán en manadas y masas a la Barcelona prometida, capital de la antiglobalización, papeles para todos y algo de fumar, transporte y alojamiento gratis si llevas rastas y perro pulgoso.
En cuanto a los ejecutivos del congreso de los móviles, las tabletas y los archiperres digitales, que vayan preparando la mudanza y no piensen en Madrid, precisamente. Lo mismo para las grandes superficies comerciales, los hoteles, los bancos y las empresas contaminantes del medio ambiente y la moral revolucionaria.
En la cuestión del orden y la urbanidad también debiera haber grandes cambios y sorprendentes novedades. Para empezar, los guardias urbanos están acojonados por si les obligan a hacer las paces con los okupas y a patrullar a pelo, sin porra pero con gorra. Hay una sección entera, la antidisturbios en concreto, que Colau prometió disolver nada más sentara sus reales posaderas en el trono consistorial. Así que malas noticias, salvo que los agentes sean trasladados al cuerpo de jardineros, menos aventurado sin duda, a cultivar marihuana.
Se podrá pasear en pelotas por la calle, no ceder el paso a las ancianas, salvo a las yayas fumaporros, tocar la flauta a todas horas, impedir el descanso vecinal, orinar en las esquinas y, si se acuerda en asamblea de barrio, quemar las parroquias o el edificio de la Bolsa. Tampoco dista tanto de lo que ya pasa. Por lo demás, se había extendido la creencia de que votar a Colau era votar contra el proceso separatista. Craso error. En realidad, significaba votar en contra de que Mas siga solo o con Junqueras al frente de eso, el procés. Los fans de Colau coreaban "¡Si se puede!", así, en español y como en Madrid, y ella les correspondió con un discurso en catalán sobre el "derecho a decidir".
Aún hoy, oídas las primeras pamplinas de la señora Colau, que ya ha anunciado una reunión con la ANC, se insiste en la carga antiseparatistaimplícita en el voto al Podemos catalán bajo la teoría de que la alcaldesa no tendrá reparo alguno en pegar fuego a los bancos y regalar los pisos, tal como dice, pero, en cambio, pondrá fin a la tomadura de pelo de Mas, Junqueras y la carajera de la ANC. Pues va a ser que no y que no. Más de uno habrá que la votó por el gusto de contemplar el incendio de Roma mientras los banqueros desfilan hacia el cadalso. Se van a quedar con las ganas. Y si además esos votantes no son nacionalistas, con un palmo de narices y que sigan con cuidado, no vayan a acabar ellos ardiendo en vez de los capitalistas en la Barcelona de Colau. O sea que en vez de un tiro en el pie alguno se ha dado dos por el mismo precio y con un solo voto.
Colau es la izquierda de siempre, la peor, pero viene con el alerón del separatismo de serie. Lo estropearán todo (más) y, tras forrarse, acabarán dándose abrazos con Mas, con Junqueras y con cualquier cretino que abandere las mil y una plataformas independentistas de Cataluña en una típica jornada histórica después de una megasardana separata. Esa será la foto: la institucionalización del perroflautismo separatista. Y encima pondrán más multas.

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